NUEVA SERIE ANIME

Scott Pilgrim da el salto a Netflix con un director nacido en Barcelona

Hablamos con el animador Abel Góngora, instalado en Tokio desde hace una década, sobre su serie inspirada en el famoso cómic y la película de Edgar Wright 

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Una imagen de 'Scott Pilgrim da el salto'

Una imagen de 'Scott Pilgrim da el salto' / Archivo

Juan Manuel Freire

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Después de protagonizar una serie de novelas gráficas sin parangón, una película de culto de Edgar Wright y un videojuego encantador, el personaje del veinteañero canadiense Scott Pilgrim, bajista de grupo 'indie', ligón algo inexplicable y experto en meterse en peleas propias de 'Street Fighter', da el salto a las series. Y más en concreto, las series 'anime', algo con toda la lógica del mundo. Al fin y al cabo, cuando Bryan Lee O'Malley creó los tebeos originales, en su interior latían con fuerza experiencias formativas como la serie de 'Sailor Moon' o los mangas de Rumiko Takahashi, sobre todo 'Ranma 1/2'.

'Scott Pilgrim da el salto' (estreno el viernes, día 17) fue una idea de Netflix y el estudio Universal que O'Malley, aquí productor ejecutivo, guionista y co-showrunner, no pudo rechazar. Menos aún después de saber que de la animación se encargaría Science SARU, el estudio japonés copropiedad de Masaaki Yuasa, uno de los más respetados e imaginativos creadores de 'anime' actuales: recuperen 'Devilman Crybaby' también en Netflix. Todo pintaba tan bien (nunca mejor dicho) que el reparto de la película 'Scott Pilgrim contra el mundo', dirigida por el gran Edgar Wright en 2010, quiso volver para poner voces. Hablamos de Michael Cera, Mary Elizabeth Winstead, Kieran Culkin o Chris Evans: poca broma.

El intermediario español

En Science SARU trabaja desde hace una década el animador Abel Góngora (Barcelona, 1983), que empezó en 2006 en el estudio irlandés Cartoon Saloon ('Wolfwalkers') y pasó en 2007 a la filial japonesa de la francesa Ankama. En los últimos años ha ido sumando responsabilidades de forma imparable: "Empezamos como un estudio pequeño, pero cada proyecto se ha ido haciendo un poco más ambicioso. Como director, empecé haciendo cosas cortas, como algunas secuencias de créditos de apertura. En 'Star Wars: Visions' ya pude dirigir un episodio entero y ahora he podido encargarme de toda esta serie".

Según el humilde Góngora, todo fue cuestión de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado: "Este proyecto iba ser una colaboración con Estados Unidos y habría sido muy complicado que el director fuese japonés, porque no suelen hablar inglés. Yo podía servir de intermediario entre unos y otros". Su pasión por el tebeo original y la película de Wright también le hacían idóneo para el puesto. "A nivel personal, el cómic me parecía muy fresco e interesante. Todavía no existe nada igual. En cuanto a la versión de cine, es una rareza genial". 

Jugando en un universo infinito

La historia parece repetirse en esta nueva extensión: Scott Pilgrim conoce a la (literal) chica de sus sueños, Ramona Flowers, y descubre que para salir con ella debe derrotar a sus siete exes maléficos. Pero no, la serie no es lo mismo: sus variaciones respecto al sagrado material de base son importantes. "En ese sentido tengo sentimientos encontrados", admite Góngora. "El cómic desarrolla los personajes muy bien. Hacer una serie me parecía una oportunidad para dedicarles ese tiempo que no se les dedicó en la película. Quería hacer el cómic tal cual. Pero también es verdad que ha sido interesante añadir ideas, conceptos y personajes, o reelaborar la parte sonora, que tampoco se ha importado de la versión cinematográfica". Como en el videojuego 'Scott Pilgrim vs. The World', de la música original se hacen cargo Anamanaguchi, veteranos del 'chiptune', ese estilo basado en el jaqueo desconsiderado de viejas consolas de videojuegos. 

Jugar en el universo de 'Scott Pilgrim', donde realidad y fantasía son una misma cosa o las referencias a la cultura pop se suceden sin descanso, ha permitido a Góngora experimentar con toda clase de ángulos: de la comedia romántica a secuencias de lucha complicadas o, en el tercer episodio, un maravilloso homenaje al cine con diversas técnicas. "La serie es una carta de amor a la cultura pop”, dice el director. "Sobre todo a la de los noventa y los dosmil. Queríamos jugar con el componente nostálgico y resaltar, por ejemplo, cómo ha cambiado el cine con Internet. No quiero hacer 'spoilers', pero se habla de eso". 

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